Me molestaban las sábanas, incluso el pijama, cualquier postura me incomodaba, pensé en masturbarme, correrme una vez o incluso puede que dos, y así seguro que me dormiría. Siempre me ha funcionado. Abrí el cajón de la mesita de noche en busca de mi vibrador, mierda, se le están acabando las pilas, fui al comedor a por unas pilas de respuesto, pero no habían -puta cabeza la mía- pensé, volví a la cama y empecé a desnudarme torpemente, como si fuera la primera vez que lo hacía, como sí él me estuviera mirando. Y le imaginé, apoyado en el quicio de la puerta, con una mahou en una mano y un cigarro en la otra, cerré los ojos y empecé a acariciarme, instintivamente incliné mi cuerpo hacia la puerta, para que tuviera buena visión, para que disfrutara de lo que iba a ofrecerle, más despacio- me dijo mientras expulsaba el humo del cigarro. Separé mis piernas y deslicé el dedo corazón entre los labios, rozando, entrando pero sin entrar, la espalda se arqueaba, los gemidos se atropellaban por salir, el labio inferior era prisionero de mis dientes, aceleré el ritmo, igual que se aceleraron las pulsaciones, ahí estaba, sudorosa, jadeante, abierta, expuesta, para él, me corrí, maldiciendo su nombre, presionando mi mano entre mis piernas, la respiración era agitada, no quería abrir los ojos, no quería que se fuera.
Pero lo hice, y ya no estaba. Pero, ¿estuvo?
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